El lugar era El Desierto. Acerca De Pier Paolo Pasolini
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La relación que traza Pasolini con el sol y el desierto -con la luz y el sol del desierto- no debe concebirse únicamente en un sentido físico, sino en la dimensión de un destino antropológico y de orden moral. Queda allí sugerida la ruta -peligrosa, impetuosa, incluso abrasadora- de la regeneración. Pero para ello, hay que aprender a amar el desierto. Estar dispuestos a asumir la propia destrucción. Tal vez sea necesario estar solo, rodear por el desierto, para poder alcanzar el sentido más alto o, simplemente algún sentido. A menudo, el relato de Pasolini se sustenta en este contradictorio principio de partida: el desierto como lugar esencial -primero y último- de la historia, pese a su manifiesta incapacidad de sostener lo humano, de que lo humano se pueda sostener en él, abandonado como está al mortal influjo de una muy fuerte luz. Una luz que puede ser salvífica, o letal. Es decir: el desierto como lugar por antonomasia en el que se concentra el destino. El desierto, también, como foco en el que se convoca y condensará la vida más ardiente.
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