La carcunda (Jesús Tíscar Jandra)
21.00 €
15 de mayo de 2011. En tanto los Indignados se manifiestan y plantan sus acampadas, sus consignas y sus asambleas en la plaza de la Constitución para protestar contra una clase política que no les representa, un viejo expolicía, en compañía del que fuera su confidente, ceba su alcoholismo y pasea su pistola y su mala hostia por los bares de la pequeña capital donde torturó a varios detenidos por subversión durante los últimos años de la dictadura franquista.
Al mismo tiempo, un bello joven en pijama, procedente del Opus Dei y afectado por una deficiencia del alma, trata de comprender, a su manera, las injusticias sociales del mundo mientras pide dinero a los viandantes para comprarle un crucifijo a su atormentada madre incestuosa, lo que le llevará a ingresar en un grupo terrorista de ultraizquierda que, hasta las cejas de alcohol y estupefacientes, planea el fin del fascismo local mediante atentados que no les supongan mucho desembolso económico.
Estos tres personajes —el brutal Eusebio Torices Maderas, el lamentable Bernabé Zagüe Cortizo y el ensimismado Deunoro Zapata Garrunaga— están llamados a coincidir en pro de las justicias, las venganzas y los disparates naturales que van criando las biografías en los retretes del vivir sin demasiados escrúpulos.
Con este planteamiento, y a través de una prosa algo advenediza, La carcunda, novela esperpéntica, irónica, canallesca, dura y muy poco propensa a la cortesía —tanto moral como narrativa—, realiza un recorrido que, en el caldo turbio de una traición amorosa entre gañanes, comienza en la España rural, cercana y cafre de mediados del siglo XX, cuando un alcalde viajó en Vespa a El Pardo para pedirle licencia de biquinis a Franco, y concluye en aquellos lejanísimos tiempos de la segunda década del XXI en los que la voz hastiada del pueblo pudo ser posible y hasta la dejaron sonar, durante unos pocos días, a fin de saciarle el capricho.
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