Maquiavelo ha surcado los siglos y las aulas y sigue siendo objeto de admiración, de envidia, de rechazo, de malas interpretaciones y de seguros elogios. Se trataba en sus días de consolidar la fuerza del Estado por encima de los grupos disolventes. El Príncipe era aquel que tenía la habilidad de llevar a cabo esa unión y superar la anarquía. Eran los tiempos de los Medicis que, agobiados de riquezas y distinciones no lograban, sin embargo, dar a Florencia el estandarte de la unidad italiana. Las observaciones de Maquiavelo, que le valieron el exilio, siguen teniendo la misma actualidad que entonces, porque tocan las fibras de la coherencia comunitaria y desnudan los resortes del poder.