La última maravilla de Alicia
Una vez calculé que, sumando todos los kilómetros hechos en tren, le había dado la vuelta al mundo a la altura del Ecuador unas ocho veces. Por tanto, era lógico que comenzase una novela a bordo de un Talgo. Si a eso sumamos el gusto por Stevenson, por Madrid y por Lewis Carroll, este libro se antoja casi irremediable.Años después de haberlo publicado, durante una charla literaria que mantuvimos en Madrid, el escritor y pensador Daniel Tubau desveló las conexiones que él había encontrado entre este título y Luces de bohemia, de Valle Inclán. Repasé cada uno de los detalles que brindaba su explicación y, en efecto, me convencí de que Tubau iba muy bien encaminado, como es habitual en él. Es misteriosa la literatura, hay algo de cierto en que nosotros somos «lo escrito» y no «los que escriben».Aprecio un grito, un ansia de libertad en La última maravilla de Alicia; y me parece que las ilustraciones de José Antonio García, Buble, encontraron a la perfección ese tono que la novela mantiene entre el juego, la contestación y el deseo.